lunes, 13 de agosto de 2018

MUJERES JUNTAS…, por Gloria Serrato


MUJERES JUNTAS…
Colaboración para Global Media
13 DE AGOSTO DEL 2018.

Las mujeres juntas…siempre en busca de hacer cambios! Hay muchas frases del dominio popular que refieren la desunión de las mujeres, y algunas llegan a reproducirlas, no sólo en el discurso sino en la práctica diaria con acciones que llegan a invisibilizar las acciones de otras. Esto tiene que ver con nuestro bagaje patriarcal, hemos sido educadas con estereotipos que están anegados en nuestro ideario colectivo.

¿Por qué a las mujeres nos han hecho creer que tenemos que competir con otras mujeres? ¿Por qué reproducimos generalizaciones que alientan las agresiones entre mujeres?¿Por qué persisten ideas en las colectividades de que las mujeres vemos los problemas y sus posibles soluciones desde una perspectiva hormonal? Hemos escuchado, leído opiniones ofensivas en contra de mujeres y dichas o escritas por otras mujeres.

Hacernos ver agresivas unas con otras tiene un origen biologicista y enmarcado en las teorías evolucionista de Charles Darwin, pero también otra parte esta cimentada en la psicología y en el psicoanálisis. Es como si desde la prehistoria las mujeres tuviéramos que “combatir” para quedarnos como las hembras que son más fértiles y que en el fondo eso siempre han buscado los hombres. Esta especie de argumento arraigado en muchos estudios psicológicos, parece tan contundente que muchas mujeres lo han aceptado, porque parece obvia y sutil la competencia femenina en la vida cotidiana.

Se habla pues de una competencia intrasexual cuyos estudios se habían centrado en cómo el hombre debía competir para ganar la atención de la mujer en busca de reproducirse. A partir de los años ochentas David Buss investigador y psicólogo norteamericano hace un abordaje del tema desde la perspectiva de la competencia entre mujeres por un hombre adecuado, en la que aparentemente las mujeres promueven su juventud y su atractivo físico, y para atacar a sus oponentes les critican su edad, la apariencia y el carácter. Este enfoque de la competencia y rivalidad entre mujeres avanzó con rapidez desarrollándose investigaciones principalmente en Estados Unidos y Canadá, destacan que los actos de “competencia” entre mujeres tienen que ver con desacreditar la apariencia.

La sexóloga Zhana Vrangalova en la Universidad de Cornell, en Nueva York, realizó una encuesta con estudiantes sobre comportamientos y actitudes sexuales, entre algunos de los datos están que las mujeres exigen a otras mujeres normas estrictas de comportamiento y apariencia sexual.

Repensemos el tema desde otro enfoque, desde una perspectiva de género, y veamos porqué se busca la justificación de la “competencia femenina” en estudios o investigaciones científicas.

Una de las razones es la que hemos enfrentado las mujeres al tratar de alcanzar la igualdad de derechos y por ende hemos exigido la no discriminación por nuestra condición de ser mujeres y que nos ha dejado como saldo histórico una brecha muy amplia de desigualdades que nos niegan la oportunidad de incursionar con las mismas garantías en los diferentes campos del desarrollo humano.

Partimos de las diferencias fisiológicas que existen entre hombres y mujeres, y que no deben ser una justificación para continuar promoviendo las diferencias en el acceso a la igualdad de oportunidades para desarrollarnos. Es importante reflexionar sobre los argumentos que desde un enfoque científico de investigaciones alientan las distinciones y que desde hace varias décadas nos hacen creer que si no logramos mayores avances en nuestra participación, es precisamente porque nosotras nos violentamos y somos nuestras peores enemigas.

El eje central de las supuestas disputas entre mujeres no es de ninguna manera biológico sino social y cultural, una sociedad cada vez más centrada en las apariencias nos está orillando a las mujeres a tratar de cuidar más el aspecto físico.

La feminista y psicoanalista inglesa Juliet Mitchell ha expuesto que la visión que se tiene de nosotras es de objeto, y es precisamente por eso que se amplía la diferencia con respecto de los hombres, nosotras tenemos que trabajar más, cumplir con las tareas eficientemente, estudiar más, justamente para hacerles ver a las personas misóginas que no somos objetos, y en ese contexto social es que nos han hecho creer que estamos en competencia.

Por ejemplo en esta época en la que hemos disfrutado de acciones afirmativas (medidas temporales  en beneficio de las mujeres) que nos dan la sensación de estar en igualdad con respecto de los hombres, observamos como muchas mujeres pretenden regresar a la idealización del hogar, como en los años cincuentas, y procuran cumplir no sólo con su jornada laboral remunerada sino además el trabajo en el hogar, cuidar de los hijos e hijas como madres ejemplares; porque nos han hecho sentir culpables de que la sociedad se ha vuelto más violenta porque nosotras al buscar el empoderamiento “dejamos” abandonada nuestra responsabilidad como madres y educadoras de los hijos e hijas.

Debemos tener cuidado cada que nos expresemos de una mujer para no caer en las trampas patriarcales, cuidado también de las engaños que el mismo estado pone, por ejemplo la promoción exagerada de la lactancia materna; y de las trampas que la sociedad nos tiende, como por ejemplo cumplir con los patrones de belleza estandarizados y la abnegación profunda por la familia.


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