MUNDOS POSIBLES DEL FEMINICIDIO
Colaboración
para el programa A Detalle en Global Media
23 DE FEBRERO
DEL 2016
Al
leer un relato periodístico sobre los aparentes acontecimientos de un suceso
nos permiten construir el hecho, nos da la posibilidad de imaginar la serie de
emociones y sentimientos que están en los personajes involucrados, nos permite
imaginar los problemas previos, el conflicto.
En la
prensa se puede leer algo que ocurrió, y que aparentemente está apegado a la
verdad, a la comprobación, pero nos damos cuenta que los textos periodísticos
son sólo verosímiles, en el que muy probablemente esta la construcción de un
mundo posible[1],
que no refleja lo que el personaje del relato pudo haber vivido. Nos construyen
una imagen basada en los estereotipos y en el propio referente social en que
vivimos, para poder comprender la historia, y seguramente ponernos como jueces
de ese personaje involucrado.
El
relato de la muerte de una mujer por ejemplo, ha ido evolucionando, por lo
menos se ha ajustado a la privacidad de su identidad, sin embargo se dan datos
sensibles que llevan a que la persona pueda ser identificada por las personas
cercanas a su contexto. La muerte de una mujer la han señalado casi siempre
como si apareciera de la nada un cuerpo sin vida y ésta hubiera dejado de
existir sin más ni más.
“Se
encontró cuerpo sin vida” y luego hacen la descripción de un hecho que a su vez
le fue contado por otra persona que seguramente fue quién “encontró” o vio el
cadáver. Se toman los datos del parte informativo policíaco para hacerle a
lectores un escenario probable de lo ocurrido. Esto lo vemos todos los días en
la construcción de un texto periodístico. Cuando se trata de quien “pierde la
vida” es una mujer la construcción se hace en referentes imaginarios del deber
ser de la mujer, de esa perspectiva patriarcal de querer observar a las mujeres
como el sexo débil o la relación semántica de mujer-madre-abnegada-buena. Y si
“aparece muerta” se lanza el texto a indagar una razón subjetiva vinculada con
la condición de oposición de la mujer-buena-abnegada.
El
filósofo francés Michel Maffesoli (2007) menciona en su libro El
Crisol de las Apariencias [2] cómo se genera una aparente forma de
solidaridad social que se elabora a partir de atracciones, repulsiones, emociones
y pasiones, que se materializan en una
palabra o que rescatan un acto de habla de las personas que le contaron al
periodista cómo cree que pasaron los hechos, de esta manera se va formando y
fortaleciendo un mundo posible de las mujeres víctimas de feminicidio.
La
responsabilidad no recae en el o la periodista, sino que son una serie de
elementos tomados del contexto en el que se generan los hechos los que se ven
reflejados en el texto periodístico.
Los
feminicidios en la prensa no han puesto como víctima a la mujer, han dejado
abierta la posibilidad para que los lectores y lectoras imaginen un probable
conflicto y sólo alcanzan a rescatar la declaración de quien estuvo en los
hechos, que pudo haber sido el inculpado, si es que se logra capturar al
responsable antes de que se dé la información.
Como ejemplos están los casos:
El
ocurrido en septiembre del 2014 en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez [3], Anayeli fue asesinada por su cuñado quien
aparentó un suicidio para evitar que se le inculpara
El
otro ejemplo es el feminicidio de Blanca el 26 de diciembre del 2015, fue
asesinada a golpes por su cuñado.
En
estos ejemplos independientemente del medio en el que se publicó la
información, se dio prioridad al relato que dio el inculpado, de este modo
justificó el hecho, y se le dio entrada a aspectos que son de orden ético como
dice Maffesoli, que tienen razón de ser en un territorio , en una comunidad, y
“justifica” el feminicidio. El inculpado para evitar perder el poder que le
impulsó a cometer el asesinato y en un afán de supervivencia de su
credibilidad, construye los motivos por los que cometió el delito, permitiendo que
el lector o lectora llegue a justificar el hecho, reconociéndose en él a sí
mismo.
La
construcción de personajes en la prensa en un proceso muy complejo, pero el
dibujo de personajes cotidianos que cometen delitos es tarea de todos los días,
que no sólo es escribir el acontecimiento, es va más allá de lo implícito de una carga emotiva, moral, ética,
contextual, etc, que va en detrimento de la víctima, a quién la tenemos
olvidada en los relatos de la nota roja, aparece en el conflicto, cuando se
conoce el hecho, se le describe con los
primeros elementos del parte policíaco, pero no se le reivindica, ni se regresa
a contar la historia para decirnos cómo era, cómo sentía, qué problemas
enfrentaba, el sufrimiento de su historia de vida. La pone en desventaja y al
mismo tiempo ese relato parcial, revigoriza un contexto de lectores ávidos de
justificar el machismo y la misoginia.