lunes, 3 de diciembre de 2018

AMOR Y CONTROL, DE CUANDO SE REBASA LA BARRERA DEL “CUIDADO”


AMOR Y CONTROL,  SE REBASA LA BARRERA DEL “CUIDADO”
Colaboración para Global Media
03 DICIEMBRE 2018.

Todo el mes noviembre hemos estado visibilizando distintas situaciones que violentan los derechos humanos de las mujeres y me he sumado a la campaña de la ONU MUJERES Pinta el mundo de naranja: #EscúchameTambién, que nos convocó a toda la población para llevar acabo 16 días de activismo, en este espacio cada lunes de noviembre y diciembre hemos puesto en la mesa temas que nos hacen reflexionar sobre la violencia contra mujeres y niñas.

El amor es el motor de las personas y del mundo, esta frase la hemos visto y escuchado siempre, en canciones, en diálogos de teatro, en obras de literatura, en pinturas,  en programas de televisión, en la vida diaria. Ya hemos intentado definir el amor, porque en el imaginario colectivo, es decir en lo que casi todas las personas pensamos cuando decimos la palabra amor, es en el sacrificio, en los límites, en dejar de hacer cosas que nos gustan para quedar bien con la pareja.

Si el amor es nuestro motor de acción, y siempre pensamos que amar es sacrificar entonces ese motor nos mueve hacia el abandono del amor propio. El amor romántico nos ha conducido hasta este punto, en el que pensamos que el amor es sacrifico y dolor.

Es el amor lo que nos ha permitido compartir y relacionarnos con otras personas, desde la filosofía se ha estudiado el tema, los griegos por ejemplo hicieron distinciones entre dos tipos: Eros y Ágape, el primero era el amor egoísta y el segundo el amor benevolente [1];  se ha dicho que es un acto de voluntad, yo decido amar o no a otra persona, pero siempre decido amarme a mí misma o a mí mismo, y puede ser desinteresado o no. Por ejemplo, cuando tenemos interés por querer algo o a alguien para alcanzar determinada situación o posición, eso que queremos lo usamos como un instrumento, por tanto es sólo una estrategia para llegar a otra cosa o persona. El amor sería algo muy similar al amor que sentimos por nosotros mismos, es amar por lo que es en sí misma la persona, cambiarle, modificarle, orientarle, sacarle de lo que es y ha sido hasta el momento de conocerle, no es ese amor del que tanto se habla.

Cuando buscamos el amor como algo egoísta, es en donde podemos encontrar el control en una relación de pareja, porque no se ama como a sí misma sino que le mueve un amor interesado de dirigir a la persona a llevar a cabo acciones que le hagan sentir feliz a él y no a su pareja. El objetivo del amor en este tipo de relaciones es estar enamorado para sentirse él feliz a costa de los sacrificios que la otra persona haga, que ni los ve , ni le interesa que los haga por amor, porque piensa que es lo natural en el tipo de relación que se tienen.

¿A cuántas personas, hombres y mujeres, hemos escuchado decir que han dejado de hacer cosas o actividades que les gusta o les interesa, por el simple hecho de hacer feliz a la pareja? Además señalan que no son felices, y la felicidad, coinciden filósofos, psicólogos y terapeutas, se obtiene precisamente a condición de no buscarla en sí  misma; la persona que busca en el amor una cosa distinta, pierde la esencia de ese amor y por supuesto se le diluye la felicidad.

Muchas personas pero sobre todo mujeres tenemos idealizado el amor en un prototipo de cuestiones relacionadas a lo subjetivo, a lo que nos han enseñado que debe ser la relación amorosa de pareja, a pensar incluso que al encontrarle todo será felicidad, y sobre todo nuestra cultura nos ha dibujado a las mujeres como seres portadoras de amor, que incluimos el sacrificio como amor sublime.


La pareja nos puede ir solicitando que dejemos de hacer lo que nos gusta, claro de manera sutil, amorosa, y nos dice que es por nuestro bien, nosotras en esa construcción idealizada de la relación amorosa de pareja, hacemos lo que nos dicen, sin embargo no nos sentimos felices, y con el paso del tiempo y la acumulación de acciones que dejamos de hacer nos sentimos atrapadas en una relación asfixiante , pero que durante meses o años consentimos, y eso nos hace muy complejo darnos cuenta que lo que vivimos es una relación de control, en la que nuestra pareja ve el amor como un acto egoísta de él ser feliz.

Salir de ese control es complejo, porque para el momento en que deseamos abandonar la relación, nos damos cuenta que ya ha habido episodios de violencia, probablemente económica, psicológica, emocional, patrimonial y física. Lo que empezó como un acto de amor va camino a una relación de posesión, y probablemente nos estamos dando cuenta que ese amor a la pareja era platónico, es decir idealizamos cada episodio, y llegamos a realizar su voluntad.

En las relaciones de amor de pareja, de amistad, debe haber reciprocidad en las voluntades,  debemos tener amistades por lo que son en sí mismas las personas, no por lo que nos conduzcan a conseguir, porque entonces hablamos de un amor utilitario. El mayor de los bienes en este sentido, está en la construcción de relaciones justas basadas en la amistad verdadera, incluida la relación de pareja, si carece de generosidad mutua reconocida por ambos, la felicidad se complica.

Cada acto que se realice por “amor” deberá estar dialogado por ambos en la pareja, y estar conscientes de que a la larga podría acarrear dificultades. Las inequidades en la pareja es una forma de violencia, porque nos marca el control y conduce a una relación de poder y subordinación, más que a una realización amorosa.


[1] GARCÍA Cuadrado, José Angel, Antropología Filosofica: Una introducción a la filosofía del Hombre, ed. EUNSA, enero de 2010, ProQuest Ebook Central, https://ebookcentral.proquest.com/lib/unidsp/detail.action?docID=3207763

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